Renault Clio Intens 1.0 MT5 – Hay esperas que valen la pena

Luego de tres años de tiras y aflojas, finalmente la quinta generación del treintón subcompacto francés debutó en el país. ¿Qué tiene de nuevo? ¿Por qué demoró? ¿Por qué fue finalista al Auto del Año en Europa? Son varias preguntas que debe responder:

por José Ignacio Gutiérrez
Clio

La memoria muchas veces es frágil, pero nadie que sea fiel seguidor de Renault se olvida de que el Clio de quinta generación debutó en el Viejo Continente en 2019, dándose incluso maña para ser finalista en el prestigioso premio Auto del Año en Europa 2020. ¿Por qué entonces este aplaudido modelo ensamblado en Turquía demoró tanto en timbrar pasajes a Chile? Varias razones, entre ellas -cómo no- la escasez de piezas producida por la pandemia y luego los problemas logísticos derivados del mismo Covid-19. Motivos más o motivos menos, lo cierto es que finalmente en marzo el Renault Clio V aterrizó con renovadas credenciales: una inédita combinación mecánica -dada por un nuevo motor turbo y una tradicional caja MT5- y un enfoque con una pizca más de picante. ¿Cómo sientan estos cambios?

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Estéticamente, el Renault Clio adopta el lenguaje de diseño que había debutado en 2016 en el compacto Mégane (en Chile solo en versión RS) y que se caracteriza por un frontal con focos C-Shape que incorporan las luces DRL, un detalle que termina por traducirse en una cara principal menos recargada, por ende, más limpia y de una impronta bastante más agresiva.

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Por el costado también queda expuesta una esencia marcadamente sport, no solo por unas vistosas llantas bitono perfil bajo de 10 radios y de 17 pulgadas de diámetro, sino además por una posición que es 30 mm más cercana al suelo, respecto del Clio IV (el despeje es de 150 mm) y por rasgos ya vistos en el citado modelo saliente, como las manillas de las puertas traseras escondidas en una moldura negra del pilar C, que propician que la cintura suba de forma abrupta al llegar a la zaga. Es cierto que prácticamente ya no existen subcompactos de tres puertas, pero este Clio al menos parece uno de ellos.

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Atrás es donde menos se perciben las actualizaciones, aunque los faros también pasaron a ser de tipo LED y con la figura C del frontal, que se percibe especialmente en situaciones de poca luz natural. Quizá si lo único que destiñe de todo el mencionado conjunto visual, sea que las llantas -en el caso particular de las ruedas traseras- dejen ver unos anticuados frenos de tambor. Sin dudas que los discos -sólidos o ventilados- se ven y sienten mejor.

Renault Clio, ¿grande por dentro?

Antes de iniciar, se me vino a la cabeza un viejo eslogan que a inicios de siglo dio réditos a Renault en el mercado argentino, cuando se vendía la segunda generación del subcompacto (ese era de producción local). La campaña en TV se llamaba ‘Renault Clio, grande por dentro’, y se basaba en varios pasajes bíblicos de un Jesús que conducía el modelo y que iba por los pueblos regalando buenas acciones y enseñanzas. ¿Qué tan grande puede ser un hatchback B? La verdad es que no mucho, pero la campaña era notable y pasó a la historia como una de las mejores jamás creadas para promocionar un automóvil.

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Hecho el punto, y de regreso en lo importante… Puertas adentro el Renault Clio de quinta generación no destaca precisamente por estar confeccionado con materiales de calidad, pero al menos sí se palpa una buena calidad de armado. Así por ejemplo, los asientos si bien son mezcla de tela con una especie de cuerina en los bordes, brindan una sujeción destacada y una comodidad en todas las plazas; las formas de las butacas delanteras también son distinguidas, puesto que tienen apoyacabezas con forma de boomerang, lo que termina por configurar un diseño de una sola pieza como si se tratara casi de un asiento de competición; el volante -que es más bien grande y sin el diseño ‘D’ que se ha vuelto cada vez más popular, incluso en los SUV- entrega por su parte una tomadura muy confortable gracias a que es de un aro grueso y a que está forrado en piel. Sucede similar con la palanca de cambios, que no es con forma esférica ni tiene superficie blanda en la parte superior, pero que, así y todo, se percibe muy deportiva gracias al cuero por los contornos y a que su particular formato invita justamente a tomarla como si se tratara de una palanca de cambios de transmisión secuencial (más como si fuera una botella, si sirve el ejemplo).

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En el panel de instrumentos hay otro punto que llama la atención. Aquí se mezclan relojes análogos a los costados (a la izquierda la temperatura del motor y, a la derecha, el depósito de combustible) con una pantalla en el centro que proyecta en grande un tacómetro digital. En el fondo, tal y como si se tratara de un coche de gran performance, el protagonismo es para las revoluciones y no para el velocímetro (los km/h apenas se entregan en formato numérico). La pregunta queda planteada desde este minuto: ¿es acaso este hatchback subcompacto tan animado como promete con este guiño racing? Dan ganas de salir a descubrir.

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Al medio hay una pantalla central táctil más bien pequeña (apenas es de 7”), pero que sirve para enlazar mediante cable tanto teléfonos iOS como Android. Aquí, sin embargo, existe un contrasentido puesto que el modelo Intens de prueba dispone además de cargador por inducción, un elemento a priori destacado, pero que en la práctica resulta poco útil si se piensa que, para hacer aparecer mensajes, mapas o música en el display, igualmente hay que enchufar el dispositivo (y no por tenerlo en la bandeja y conectado, va a cargar más rápido). Bajo la pantalla están los mandos del climatizador, que están en tres perillas análogas y que permiten una operación en uno o máximo dos pasos. Aquí muy bien.

Como buen Renault europeo, el Clio cuenta con mandos al volante que están en un control por detrás del volante, en el costado derecho. Fácil de usar para quien ya tiene un auto de la marca, aunque un pelo difícil de recordar de buenas a primeras para alguien no familiarizado con un ‘renó’. Se agradecen elementos como el botón de encendido y sobre todo el espejo antirreflejo, que permite hacerles la finta a los despistados de las luces altas. El freno de mano es convencional.

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En las plazas traseras el espacio es más bien limitado (ya se dijo que no es particularmente ‘grande por dentro’), pero nada fuera de la regla para un auto B que está en el orden de los cuatro metros de largo (4.050 mm). Al menos caben bien dos adultos de hasta 1.80 mts. -que irán cómodos en trayectos cortos- aunque, de todos modos, ante las necesidades de la vida real de llevar un pasajero más, el Clio cuenta con el necesario 3x3x3: tres apoyacabezas y tres cinturones de seguridad de tres puntos, como debería ser la norma (curioso, pero a 2022 en Chile no lo es).

El manejo: a despejar las dudas…

Este Renault Clio llegó a Chile en dos versiones, que comparten las especificaciones bajo el capó. La sociedad gobernante en el más reciente integrante de la marca del rombo, es la compuesta por un nuevo motor sobrealimentado 1.0 litros de tres cilindros y una caja manual de cinco marchas. ¿Cinco? Sí. ¿Funciona bien? También era materia por dilucidar.

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En los números, este pequeño motor bencinero desarrolla 100 caballos de potencia y 160 Nm de par máximo, a 2.750 rpm. En los primeros metros de marcha en ciudad, tal vez por experiencias previas no tan satisfactorias, me quedé como el meme de John Travolta, cuando busca algo que nunca encuentra: y es que al menos con el auto vacío no se hallan las demoras propias que se perciben en otros motores turboalimentados de similar tamaño o incluso más grandes. En cada una de las cinco marchas el Clio responde con una energía contundente y entonces uno comienza a concluir inicialmente que esta parada más sport no era solamente en el papel. Por otra parte, en las tachas o junturas de pavimento, la suspensión no castiga con rigor a los ocupantes, ello pese a los descritos neumáticos de perfil bajo equipados en esta versión.

Voy a la autopista. A ver si lo bueno percibido en pocos metros y a baja velocidad se traspasa en marchas más altas. Aquí otra vez las sensaciones son llenadoras: el motor de este subcompacto galo asoma muy bien calibrado y destaca por la rapidez con que sube las rpm, garantizando siempre esas citadas respuestas con desparpajo. La ficha técnica indica 1.2 toneladas en vacío, pero al fin del día pareciera que son apenas 800 o 900 kilos.

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¿Y la caja de quinta? A estas alturas pocos vehículos europeos vienen equipados en versiones tope por una caja MT5, pero este Clio lo hace. A 120 km/h el motorcito va clavado en las 3.500 rpm, lo que parece un alto régimen (y lo es), pero que tiene como contrapartida tres verdades: una, que a pesar de ser un tres cilindros en línea, sigue siendo un propulsor muy silencioso desde el habitáculo; dos, que lejos de sentirse fatigado, sigue muy despierto ante cualquier pisada más enérgica del pie derecho; y tres, que este funcionamiento agitado no se traspasa en un eventual derrumbe de los consumos. Muy por el contrario, manejándolo con la rienda floja por cerca de 350 kilómetros el Renault Clio dio un consumo de 14,5 km/l. Cuando alguien quiere darse a la tarea de la eficiencia, el modelo también cuenta con un modo ECO seleccionable desde el tablero y que permite un funcionamiento con un notorio ahorro de la inyección (o sea, aún hay más crecer en ese aspecto).

En síntesis, con la mayor sinceridad posible, confieso que este Renault Clio me pareció un encanto a la hora de conducir. Más allá de presentarse exteriormente como un producto de líneas elegantes y muy deportivas, la puesta a punto de su combinación mecánica es su gran fuerte y conquista apenas en unos minutos. Su competencia es fuertísima, sin duda: Peugeot 208 y Opel Corsa (los dos con el bloque 1.2 turbo) y el Seat Ibiza con el propulsor 1.0 TSI, pero este Clio tiene también mucho que decir. Qué lástima que tardó, pero que buena noticia que llegó…

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