Cuando en el mundo de los Muscle Cars los fabricantes estaban apostando a tecnologías para mejorar la maniobrabilidad, aerodinámica, y otros complejos sistemas para mejorar la performance, Dodge, quien se estaba quedando atrás en la carrera, apostó por lo simple pero siempre funcional: aumentar de forma grotesca la potencia.
Para eso nada mejor que un buen V8 de gran tamaño y sobrealimentado, para aumentar aún más su performance sin tener que incorporar métodos complejos de refrigeración. Así nació el Hellcat, un bloque V8 de hierro y 6.2 litros de capacidad, que bien podía superar con toda calma los 800 hp sin complicarse. Tan bien les fue, que después del Challenger comenzaron a hellcatear todo: Charger, Grand Cherokee, Durango, y hasta la Pacífica (aunque por ahora en forma conceptual) todos recibieron una versión del poderoso V8, con potencia muy de sobra.
Sin embargo la era del Hellcat está cerca del fin. Tim Kuniskis, CEO de Dodge, dijo que los costos de fabricación del motor, más las restricciones ambientales, serán lo que le ponga el fin al V8, y no la demanda, ya que en realidad están cortos de unidades. De hecho, las Durango SRT Hellcat se agotaron en poco tiempo, a pesar de costar casi 80 mil dólares.
Pero Kuniskis cree que esto es parte del ciclo de vida natural de los Muscle Car. Ya en la década de los 70 tuvieron su primera extinción tras el aumento en los costos del combustible (más los costos asociados al auto, como los seguros) y esto es parte de la segunda extinción (y final) de los motores V8, que ya están siendo reemplazados por motores más pequeños ayudados por motores eléctricos (a pesar del dicho there´s no replacement for displacement) En Dodge esperan seguir en una línea similar para sus futuros modelos de performance, que reemplazarán a los actuales Hellcat.
