Justo ayer me puse a ver el documental «Senna» en Netflix, que creo es el que mejor refleja la vida de Ayrton Senna, el considerado mejor piloto de la historia de la F1, no por sus resultados, sino por su calidad dentro y fuera del monoplaza. Este 1 de mayo y el pasado fin de semana es trágico para la historia del automovilismo mundial. Un par de días antes, el 30 de abril el austriaco Roland Ratzenberger (33 años) fallecía en Imola, Italia,tras estrellarse contra una pared de concreto a casi 315 km/h, se rompió la cabeza y llegó muerto al hospital.
Esta noticia enrareció todo, y más aún a la superestrella brasileña, triple campeón del mundo, considerado por muchos aún, como el mejor piloto de la historia. Ese año, 1994, Senna corría en Williams, en un auto que no era tan veloz como años antes. Él presentía algo. A su novia, la modelo carioca Adriane Galisteu, le dijo que no tenía buenos presentimientos para la carrera. «Si pudiese, no correría», le comentó.
Su gran amigo, Sid Watkins, médico oficial de la categoría,incluso también lo sentia y le dijo la mañana del domingo, antes de la carrera. «Ya todos sabemos que eres el mejor piloto del mundo. Déjalo y nos vamos a pescar», a lo que Senna le responde –«Sid, hay ciertas cosas sobre las que no tengo control. No puedo retirarme, tengo que seguir», ya las cartas estaban tiradas, son cosas del destino, dirán por ahí.
Lo demás es historia: Ayrton Senna da Silva murió de un trauma craneoencefálico tras estrellarse a 310 km/h contra un muro de cemento. Luego vendría un funeral multitudinario en su natal Sao Paulo. el más grande que se recuerde en Brasil. Hoy sus restos reposan en el cementerio de Morumbi en Sao Paulo.
